jueves, 17 de mayo de 2018

LA MALDITA «CONFIANZA» Y SU USO PERVERSO EN EL LENGUAJE



Escuchado en el bar: «... es que cuando te lo crees, lo consigues...».

Creerselo se refiere a creer que uno es capaz de hacer o lograr algo. Aunque «hacer» y «lograr» son cosas distintas. El psicólogo Albert Bandura (Canadá, 1925- 2021) ya se encargo de demostrar que la confianza descansa en las expectativas; y éstas son distintas respecto a la eficacia personal para llevar a cabo una acción, que respecto al hecho de lograr o no un resultado como producto de esa acción. Se las llama «expectativas de eficacia» y «expectativas de resultado».

También está demostrado que esa confianza genérica, ese «creérselo», es un predisponente claro para el logro de los objetivos. Dicho pronto y mal «creérselo» es una ayuda indudable para obtener un buen rendimiento. Pero hasta ahí todo. Sólo es una «ayuda indudable», no la causa de un rendimiento.

Efectivamente «creérselo» no es la causa del rendimiento, el cual obviamente es debido a la interacción de una infinidad de causas incidiendo en un instante en el tiempo, en el momento de rendir. «Creérselo» ni siquiera es la causa directa del rendimiento, tan solo es un facilitador o, como se ha dicho, un predisponente.

¿Por qué?, ¿cómo actúa ese «creérselo»?. En primer lugar hay que considerar que «creérselo» no es más que un pensamiento, mejor dicho, es una creencia. Una creencia sobre las propias capacidades. De manera que algunas veces esa creencia no está ni tan solo fundamentada en suficientes elementos objetivos, para permitir al individuo creer que es capaz, con una probabilidad razonable, de hacer o lograr algo. Hay casos en que las personas o bien se sobrevaloran directamente por falta de formación o de información (o ambas); permitiendo que su deseo altere su juicio sobre lo que la realidad diaria (por ejemplo en los entrenamientos) le está diciendo.

¿Por qué sucede eso?, ¿porqué el deseo nubla el juicio sin apenas ninguna base objetiva sobre la que apoyarse?. Pues porque el deseo o la voluntad es pensamiento y la creencia de que se es capaz de hacer algo también es pensamiento. Y ahí inciden una serie de creencias en cadena como por ejemplo las siguientes:

  • «Si quiero conseguir algo doy por supuesto que trabajo y persisto para ello»
  • «Si trabajo y persisto tengo que ser capaz de conseguirlo»
  • «Como no hay duda de que quiero conseguirlo (mi motivación es clara) y por lo tanto he trabajado para ello, es «lógico» y “justo” que lo consiga»
  • ...

En esto consiste la atribución al pensamiento del poder sobre la realidad. Es el «querer es poder». Si quiero puedo y si creo que puedo lo haré. ¿A que suena presuntuoso así escrito sobre un papel?. Pues este es el arquetipo del pensamiento que se da por supuesto como adecuado.

Como se va viendo, un mínimo análisis de como acontece la realidad nos irá desmontando esta «verdad alternativa» que nos construimos. Una verdad cómoda, y lo mejor de todo, promocionada socialmente. Porqué así es el pensamiento cuya expresión la sociedad nos recompensa.

La sociedad nos premia por tener un talante positivo y optimista, no importa cuales sean los indicios de la realidad, ni importan las estimaciones mesuradas de las probabilidades existentes para lograr algo ... Esta es la filosofía de consumo; una filosofía «naive» que busca atribuir un poder sobrenatural a la mente. Hasta tal punto que convierte al pensamiento en el motor de la propia realidad. Una suerte de filosofía de la ilusión y también de la inhibición de la responsabilidad en su justa medida, tanto sobre la acciones que se llevan a cabo como sobre los resultados al fin logrados. En otras palabras se trata de creer en destinos auto-labrados por el deseo o en universos que conspiran, también movidos por el deseo, etc. Talmente como si el pensamiento sustituyera a la propia realidad.

La confianza, el «creérselo» existe e indudablemente es de gran ayuda. ¿Pero como actúa realmente?. Pues de una manera muy sencilla: «Si alguien cree que es capaz de hacer algo es mucho más probable que lo intente llevar a cabo; y también es más probable que persista en el intento cuando parezca no estar logrando el objetivo. Si en esas circunstancias, el individuo tiene la capacidad real para lograr y además todas la variables que no dependen de él mismo, le son favorables en una medida suficiente entonces es muy probable que logre el objetivo».

Pero esta frase es demasiado larga para resultar atractiva, especialmente si debe hacer la función de argumento de ventas (de venta de cualquier medio que aumente pretendidamente esa confianza).

Sin embargo, si ese individuo que «se cree» capaz intenta de verdad e insiste, pero el logro está más allá de sus capacidades reales, entonces no logrará. Más aún, no importa cuanto «se lo crea»; si aquello que no depende de él no es mínimanente favorable al logro, tampoco logrará.

Resulta increíble como la corriente del pensamiento imperante en la sociedad ignora la realidad de facto. Existen personas dotadas de una gran confianza acorde con sus capacidades reales que fracasan cada día en todos los ámbitos: deportivos, profesionales, empresariales ... Y existen personas que declaran que «no esperaban conseguir» cosas que que han logrado. Y no obstante, esos hechos nada infrecuentes, son desatendidos, porqué es mucho más confortable pensar que «... si te lo crees lo consigues». Y por supuesto no podemos permitir que la realidad nos estropee nuestras cándidas creencias que nos permiten esa visión optimista y emocionalmente amable. Y quien intente adoptar una posición de mayor ecuanimidad (o más empírica si se quiere) será acusado, atención, de pesimista, derrotista, cenizo, «malaje» o «pájaro de mal agüero».

Para rendir como mínimo es necesario tener una capacidad suficiente para hacerlo. Sin embargo para intentarlo de manera sostenida oponiéndose a los obstáculos y dificultades (por lo demás, perfectamente normales) es necesario tener confianza.

Y se dice que la confianza es necesaria para el rendimiento porqué el nivel de intento de las acciones es exigente; en general en la medida que sesas acciones están cerca el límite de nuestras capacidades.

No obstante se puede tener la mejor confianza y no llevar a cabo correctamente las acciones por otras razones distintas; o incluso llevarlas a cabo y no lograr el objetivo. Y también se puede no tener confianza, pero que el nivel de intento necesario para lograr los objetivos sea tan poco exigente que éstos se logren igualmente sin confianza.

Ahora, después de leer toda esta parrafada, lo expuesto puede parecer obvio, pero cada día en mil sitios diferentes, en entornos deportivos y no deportivos e incluso en los medios de comunicación se oyen frases como: «... es que cuando te lo crees, lo consigues...», cuyo significado, que se da por supuesto, no es otro que «lo ha conseguido gracias a que se lo creía». ¡Y esto es radicalmente falso!.

Y una cosa más antes de terminar; cuando oigamos a un analista deportivo analizando el rendimiento de un deportista (por ejemplo comentado el tenis o el Tour de Francia o la Formula 1 ... en TV) que en primer término y antes que nada, alude a la confianza para explicar hechos, podemos sospechar fundadamente que no tiene ningún análisis real hecho acerca de lo que ha sucedido. Los entendidos aluden en primera instancia a la naturaleza de las acciones y a las decisiones tácticas un rendimiento; y en último término a la confianza; pero no acuden de salida a hacer atribuciones a la confianza, a menos que no se tenga ni idea del deporte que se está comentando y se esté jugando a ser psicólogo deportivo. Quien no sabe que decir, suele hablar de la confianza.

Confianza: Es una creencia, según la cual percibimos como «muy probable» lograr los objetivos, si en la situación de rendimiento «llevamos a cabo normalmente» las acciones, «tal como sabemos hacerlo» a tenor de los entrenamientos o las prácticas.

¡Esto es!